miércoles, 29 de diciembre de 2010

El Factor Dios

 
Soberbio articulo

contenido demoledor y certero

gracias por compartirlo,

--- El lun 27-dic-10, Susa martin <susamartin_ez@hotmail.com> escribió:

De: Susa martin <susamartin_ez@hotmail.com>
Asunto: [LibrosG] FW: [arteletras] J. SARAMAGO "El factor Dios"
A:
Fecha: lunes, 27 de diciembre de 2010, 4:19
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Date: Mon, 27 Dec 2010 02:07:16 -0800
From: susamartin57@gmail.com
To: susamartin_ez@hotmail.com
Subject: [arteletras] J. SARAMAGO "El factor Dios"

«En algún lugar de la India. Una fila de  piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas  hay un hombre. En primer plano de la fotografía,  un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No  disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más  obtusa de las imaginaciones podrá 'ver' cabezas y troncos dispersos por  el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados.  Los hombres eran rebeldes. En algún lugar de Angola. Dos soldados  portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto,  otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del  cuerpo. Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una  segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un  palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero. En algún  lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes
inmovilizan a un  palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano  derecha. El palestino había tirado piedras. Estados Unidos de América  del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales  norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el  integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y  las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños  enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados  Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a  migajas, volatilizados, se cuentan por millares. Las fotografías de India, de Angola y de  Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en  el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte  abyecta. En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio  repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más,
realmente  arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de  efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de  carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda. El horror, escondido  como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción  para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez 'aquí  estoy' cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de  escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada  instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio  retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un  abdomen deshecho, un tórax aplastado. Pero hasta esto mismo es  repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que  nos llegaron de aquella Ruanda-de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam  cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente,  de
aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes  sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas  que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios  nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres  como si se tratase de basura. Siempre tendremos que morir de algo, pero  ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores  maneras que los humanos han sido capaces de inventar. Una de ellas, la  más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es  aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones,  manda matar en nombre de Dios. Ya se ha dicho que las religiones, todas  ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a  los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de  sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias  físicas y
espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos  capítulos de la miserable historia humana. Al menos en señal de respeto  por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las  circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de  los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que  se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos  para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el  nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a  dificultar nuestro paso a una humanización real. A cambio nos prometía  paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los  otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que  tanto trabajo nos costó conseguir. Dice Nietzsche que todo estaría  permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa  y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y
justificado todo,  principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel. Durante  siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una  organización terrorista dedicada a interpretar perversamente textos  sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer,  un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la  libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el  derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra  cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.Y, con todo, Dios es inocente. Inocente  como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente  de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de  cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son  celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van  acumulando, estos de las torres gemelas de
Nueva York, y todos los demás  que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por  la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y  sangre las páginas de la Historia. Los dioses, pienso yo, sólo existen  en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo  universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente  en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella. No es un  dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y  se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos,  no la otra…) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que  se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World  Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la  venganza contra las humillaciones. Se dirá que un dios se dedicó a  sembrar vientos y que otro dios responde ahora
con tempestades. Es  posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin  culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos  los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que  profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a  las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo  que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia  un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.Al lector creyente (de cualquier  creencia…) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente  le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien  las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento,  si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que,  en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han  enseñado a darle. Y que desconfíe del
`factor Dios´. No le faltan  enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y  corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá  demostrándose».

J.Saramago

http://www.elpais.com/articulo/opinion/factor/Dios/elpepiopi/20010918elpepiopi_7/Tes

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Publicado por  susamartin  para  arteletras  el  12/27/2010 02:07:00 AM                          

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